El líder y el gerente político
No puedes ser líder y gerente político.
Puedes intentarlo, pero en el mejor de los casos serás un líder mediocre y un operador ineficaz.
Eso es lo que la investigación y los hechos nos han probado una y otra vez.
Las cualidades y los roles del líder y del gerente político son completamente distintos, y ambos completamente necesarios en una organización.
El gerente planea, establece metas y mide avances, crea organigramas formales y se asegura que cada espacio sea ocupado por perfiles ideales.
El líder plantea una visión, alinea y motiva a su equipo, lo empodera, estimula el surgimiento de otros líderes, y promueve el cambio.
Ambos son complementarios y necesarios para un equipo de campaña o de gobierno que pretende tener éxito.
La gran diferencia entre la iniciativa privada y la política, es que en el caso de la primera es más común que haya un exceso de gerencia y poco liderazgo, y en la segunda tiende a presentarse un liderazgo de mucho peso y un enorme vacío de administración.
Ambos escenarios indeseables, pero el de la política da incluso peores resultados por la ausencia de métricas y guías específicas.
El crecimiento del líder y del gerente es evidentemente distinto, las habilidades de cada uno se desarrollan con el tiempo y de manera intencionada.
En este sentido pocas ideas han sido más nocivas para el liderazgo que la noción de que es una cualidad innata. Sin duda hay habilidades que pueden ser naturales para algunos líderes, pero una soltura en la palabra, o un carisma magnético no conforman el liderazgo.
Si redujéramos la definición de liderazgo a su mínima expresión, es la habilidad de hacer que los demás actúen.
Para lograr esto el líder tendrá que contar con un arsenal de habilidades para comunicar, persuadir, motivar, generar espíritu de grupo, y dar valor a la misión que colectivamente persigue el equipo.
Establecida esa visión, y promovida por el líder de manera constante, es tarea del gerente político para transformarla en acciones concretas, medibles, y eficientes para acercarse al objetivo.
El gerente político deberá prospectar, presupuestar, supervisar, cuantificar, y organizar todo aspecto que hace realizable la estrategia.
El líder está obligado a tener a su lado un buen gerente político, que le dé el soporte para ser el producto que el mercado electoral desea, que libere su agenda, y le dote de las herramientas necesarias para elevar su atractivo frente a la audiencia.
El político o candidato-estratega-operador-administrador-publicista es un personaje de otros tiempos que hemos dejado atrás, no sólo por los fracasos que acumuló, sino porque los avances en el estudio de las organizaciones lo han expulsado de cualquier método serio para hacer comunicación política y campañas electorales.