En defensa de la manipulación
En la comunicación política, como en todo aquello que toca los asuntos públicos, la manipulación tiene mala fama, pero guste o no, es inevitable y es necesaria.
Quienes señalan con amargura que el marketing político es una forma de la manipulación, tienen toda la razón, quienes nos dedicamos a una de las ramas de la comunicación, buscamos manipular a otros.
Pero en las actitudes mojigatas frente a la manipulación, anida la idea, equivocada del todo, de que ésta es mala por sí misma.
Esta visión confusa de al realidad ignora que la sociedad está fundada en la capacidad humana de manipular al otro. La única diferencia en el caso del marketing y la comunicación política radica en que la escala pasa del espacio individual al de las grandes masas.
Manipular es esencialmente la capacidad que tenemos las personas para influir en las ideas y comportamientos de nuestros congéneres.
La educación, la economía, el mundo laboral o político, y la civilización misma serían inviables sin el poder de la manipulación.
¿Qué sucedería si no pudiéramos formar a nuestros hijos en los conocimientos y hábitos necesarios para su vida? ¿Qué futuro puede tener un negocio que no logra persuadir la compra de sus clientes? ¿Qué puede esperar un trabajador que no logra inspirar confianza y aptitud en sus superiores? ¿Qué horizonte económico puede esperar un país que no logra proyectar rumbo y estabilidad a los capitales extranjeros? En una palabra: fracaso.
En el plano personal como en la esfera gubernamental la manipulación no sólo es aconsejable, es obligatoria.
Un candidato con el perfil ideal y la carrera más pulcra, no llegará a ningún lado por sus credenciales, el mundo meritocrático es una fantasía que sepulta a las buenas conciencias.
Negándose al poder de la manipulación, ese candidato está abandonando la posibilidad de triunfo, y privando a una comunidad de un gobierno digno.
Lo moralmente correcto, es manipular al electorado para tomar una decisión favorable para la colectividad, comunicar, persuadir, y encaminara el pensamiento colectivo para alcanzar beneficios públicos.
En el caso del gobierno en funciones, negarse a invertir en materia de difusión y marketing (otra las grandes formas de manipulación) está dejando sus logros sin impacto, sin valoración plena de parte de la ciudadanía, y poniendo en riesgo el legado que le corresponde en la historia.
Quienes hacen un uso antiético de la manipulación, no son vencidos por personajes o administraciones que desde el púlpito de la superioridad moral se niegan a ejercer su labor de “venta”.
La historia está llena de protagonistas derrotados por su propia ingenuidad antes que por fuerzas políticas oscuras que recurren a la manipulación.
Hacer una campaña exitosa o un gobierno efectivo es ejercer la manipulación. Hazlo sin medias tintas ni falsos pudores. El costo de no hacerlo es muy elevado.
Si quiere poner en marcha una estrategia de comunicación política que funcione, ponte en contacto con nosotros.